pepas con recomendación médica divina

Monday, January 23, 2006

Clemencia de la Niebla

El sol empieza el día pudriendo la sangre de algunos desfallecidos. Estos, algunos en realidad vivos aun, llenos de moscas en sus magulladas heridas, están perdidos de la vista de cualquier persona o animal que pudiera ayudarlos, o recogerlos. Salvo algunos buitres y gallinazos que vuelan en decenas circulares encima de ellos, nada más los ve. Tirados por el campo, en posiciones incomodísimas, aun para los ya muertos, apestan cada vez más el ambiente que los rodea, y por más fuerte que llegara a ser su hedor, no serán salvados de la muerte indecente.
Así empieza el día para los heridos post-guerra de verano.

Aunque tal vez, con algún temblor climático, el sol se oculte de entre algunas nubes, formadas por aguas saladas cerca de los cuerpos yacientes, y solo por esas nubes tal vez el sol deje de quemar a los cuerpos mientras que una neblina fría espante a los buitres y gallinazos, y deje morir fríamente a la muerte misma. Así solamente los cuerpos quedaran solos, y en paz.

Thursday, January 12, 2006

Uno entre Otros

Mientras caminabas un día por la calle, sin ninguna preocupación, sin mucho en que pensar, o tal vez con la mente en otro lugar, ¿no caíste en la mirada del que caminaba hacia ti? Alguna vez te ha pasado ¿verdad? Caíste en esa mirada tumbada en ti. Con los ojos bien abiertos, los poros emanando al aire mil emociones, o de repente una sola muy fuerte. Y llegaba hasta tu olfato, te atraía, te perturbaba, y sin darte cuenta habías olvidado en qué andabas.
Trataste de quitarle la mirada. Miraste al cielo, y este, oscuro o claro, rebotó tu vista de inmediato. Buscaste refugio en el suelo y este sólo te entorpeció el paso. ¿Verdad que así fue? Y no tuviste más remedio que levantar la cabeza, volviendo la mirada al caminante que cada vez estaba más cerca de pasar a tu costado. Lo miraste pensando que fue involuntariamente, pero piénsalo bien. No fue así. Querías verlo antes que se fuera, porque si pasaba sin que lo vieras por última vez, no hay duda que voltearías a verlo, pero sólo le verías la espalda, y no era eso lo que querías. Por eso volviste a mirar sus ojos, y ya no te importó que te siga viendo. Viste como se vestía, su manera de caminar, su rostro, sus dedos, su cuello, su pelo. Así saltabas la mirada por todo su ser y te diste cuenta la inquietud que te producía ¿no?. Una inquietud que ninguna otra persona, paisaje o momento te podía generar.
No era amor. Eso no era amor. Era algo aún más extravagante y ligero que el amor. Era como un halo que rodeaba cada paso, levantando polvo, susurrando insinuación al mundo entero. Y tú veías lo extraña que te parecía esa persona, que algo guardaba, ocultaba y repelía. Eso era ¿no es así?. Eso era.
Te provocaba saber cuál era su mundo extraño. Te provocaba. Y tal vez tenías gente a tu costado, y ellos notaron tu enmudecimiento repentino. Y es que estabas divagando en esa persona. Tan extraña. Tan rara ¿no?. Que no admitirías que te interesaba más que la conversación en la que estabas o en lo que andabas pensando.
E incluso más que a ti mismo, te interesaba esa persona, tan rara. Tan poco tú. Tan ajena a tu realidad.
Pero no te has puesto a pensar que esa otra persona pensaba lo mismo que tú. Que la persona de la mirada extraña eras tú, y que el “raro” o “rara” eras tú.
¿No eras tú el del mundo extraño?