pepas con recomendación médica divina

Monday, July 31, 2006

Fantasías Ultra-liberadas

Aparecieron 3 colonos venidos a menos. Uno alto y feo, otro gordo, y un último bajo y con muchas cicatrices. Barbudos y algo mal olientes los 3, habían huido de la capital por hacer y dejar de hacer. A caballo y mula, a pie y arrastrándose llegaron al conjunto de haciendas “El Naranjo” llenos de deseos; por comida y por líbido. Una vez comido a escondidas, ultrajaron a todas las mujeres que por ahí vivían en 3 días y 2 noches. Treinta y cinco mujeres en total entre Señoras y esclavas. Ni una sola contó lo sucedido. Ninguna Señora a ninguna Señora, ni alguna esclava a otra esclava. En cambio los respectivos esposos sí que hablaron. Hablaron cómo el deseo de sus mujeres por tener más hijos disminuyó; de cómo lanzaban quejidos de dolor y no de placer en las escaseadas horas de sexo; y de cómo las atenciones y deberes para con ellos se hicieron más silenciosas y sumisas.
De esto hablaban Señores y esclavos. Y los Señores pensaron que sus esclavas podrían actuar diferente, pero ni con ellas encontraron unas horas más apasionantes. Muchos de ellos entonces optaron por ir a la capital a buscar una pasión para las noches, y cuando regresaban tenían sexo con sus mujeres, ya sólo por el asunto de la herencia y legado.
Sin embargo las esclavas recordaban los momentos de caricia con los Señores. Los recodaban todas las noches, aún de viejas, y suspiraban en las horas del quehacer. Los miraban cuando regresaban de sus viajes a la capital pensando que irían a sus humildes camas, viendo con recelo a las Señoras. Pero no sólo por el deseo delirante a sus Señores, sino porque sabían también que sus esposos, los esclavos, no habían soportado su extraña frialdad desde la violación de los extraños ya marchados, y más aún desde la ilusión que habían dejado los Señores en su piel, en su sexo, en su mente, y, en algunas, en su vientre. Los esclavos habían empezado a consumar sus anhelos más guardados y más antiguo al juntar sus cuerpos con las noches vacías de las Señoras. Y estas, sin pudor, recordaban el olvido de sus maridos mientras gemían con el amante. Pero al igual que las esclavas, veían a sus cuerpos ultrajados y a sus fantasías, liberadas.

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